La tasa de cobertura de los desempleados o, lo que es lo
mismo, el porcentaje de desempleados que cobra algún tipo de prestación por
desempleo ha caído desde el 79,4% en abril de 2010 hasta el 57,9% actual. Esto
significa que 1,8 millones de desempleados no están protegidos económicamente
para afrontar su situación. Dentro de las prestaciones por desempleo estarían
las contributivas y las no contributivas -o subsidio por desempleo-; ambas ya fueron analizadas en su día aquí.
Los años de la crisis han significado un deterioro constante
no sólo en el mercado laboral, sino también en las prestaciones para los
desempleados. En primer lugar, se han ido agotando las que cobraban algunos y,
en segundo lugar, nos encontramos con una excesiva temporalidad que está
llevando a muchos trabajadores a no llegar ni incluso a cotizar lo suficiente
para tener acceso a una prestación de
nivel contributivo (el mínimo que hay que trabajar cotizando es un año para
cobrar cuatro meses).
Leemos también algo interesante en el artículo que estoy
usando para resumir estos datos; según el profesor García Serrano, "en España hay un problema grave de
rotación, de modo que muchas empresas utilizan el sistema de prestaciones por
desempleo de forma complementaria a los salarios dentro de su política de
remuneración, haciendo que una parte significativa de los trabajadores se
muevan de forma continuada entre la ocupación y el desempleo, especialmente en puestos
de baja calidad". Para combatir esta práctica fraudulenta, apuesta por
implantar un sistema de experience rating
vigente en Estados Unidos, que conlleva que las empresas con más despidos paguen
más impuestos. "De esta forma las compañías internalizan parte de sus
costes".
Ya sabemos que España es el país de la picaresca.
Otro elemento a tener en cuenta en nuestro mercado laboral es el descenso constante de la contratación indefinida a tiempo completo, que baja al mínimo desde 2007. Es decir, que los asalariados fijos a jornada completa suponen el 49,7% de los 12,2 millones de trabajadores que cotizan en el régimen general de la Seguridad Social (los asalariados, para que nos entendamos).
El predominio de este tipo de contratación plantea un escenario
que se caracteriza por:
- Aumento de la precariedad. La excesiva temporalidad limita los planes de futuro del trabajador de tal forma que, todavía, es imposible que un precario defina su futuro estable a la hora de construir una vida asentada: acceso a una vivienda, crear una familia, independizarse de los padres, etc.
- Descenso de ingresos en la Seguridad Social (“el pasado abril, último dato disponible, la recaudación todavía caía un 1% respecto al año pasado”). Esto se debe al descenso paulatino de los salarios, que hace que las bases de cotización también caigan.
Por lo tanto, el tipo de trabajo que emerge en la crisis que
todavía vivimos y que se espera sea el que cambie el ciclo económico no es lo
suficientemente consistente como para que salgamos del agujero.
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