De nuevo las noticias traen un titular que me sumerge en el pesimismo: “Las economías más avanzadas no son capaces de generar puestos de
trabajo para absorber el alto paro y escasea la calidad”.
Ya no cabe la excusa
de que hace falta más flexibilidad en el mercado para salir de la crisis. El
desempleo es una enfermedad crónica que se está intentando curar con un pésimo
paliativo llamado precariedad. Contratos efímeros con sueldos por debajo
del nivel de subsistencia que impiden no sólo que las personas puedan tener un
mínimo de calidad de vida, sino que además obstaculizan que los estados puedan
financiar el bienestar social, dinamicen mejor la economía y se construyan
sociedades más cohesionadas. Pero, claro, entre no tener trabajo y tener algo,
siempre nos inclinaremos por lo segundo.
Un dato: “el conjunto
del mundo desarrollado tuvo una tasa de desempleo del 8,6% en 2013. Y las
perspectivas no son las mejores. No bajará por debajo del 8% hasta 2018, cuando
será del 7,9%”. Tiene gracia que esto se establezca como una catástrofe
cuando en España superamos con creces tasas del 20% de desempleo. Pero es que en
nuestro país, entre la economía sumergida y las deficiencias típicas de nuestro
modelo productivo -anteriormente muy supeditado a la burbuja inmobiliaria-, nos
encontramos con un panorama en el que no paran de crecer la pobreza y la
desigualdad.
Fortalecer las
políticas activas de empleo -que abarcaría desde mejorar los servicios de
intermediación hasta la tan denostada formación para desempleados- o volver al
concepto keynesiano de inversión pública generadora de empleo, son algunas de
las medidas que compiten con los recortes cuyos resultados, no nos olvidemos,
no son tan beneficiosos para el conjunto
de la sociedad.
Según los
sindicatos, “unas políticas monetaria, fiscal y salarial expansivas
situarían el crecimiento (económico) por encima del 2,5%”. Pero con un
nivel de endeudamiento como el de España, parece poco probable que la tendencia
sea incrementar el gasto público, lo que, viendo lo poco efectiva que supone la
política del BCE, nos limita aún más para salir de la situación.
¿Es una utopía el
pleno empleo? ¿Debemos acostumbrarnos a que cada vez menos gente pueda tener
acceso a un puesto de trabajo y, más aún, a empleo de calidad?
Si, como dice el
economista Niño-Becerra, cada vez hacen falta menos personas para crear una
unidad de producto Interior bruto, no queda más remedio que plantearnos varias
opciones:
- - Reparto de las horas de trabajo.
- - Prioridad absoluta en la creación de empleo. Que no haya empleo no quiere decir que no haya trabajo y cosas qué hacer, como bien explica el economista Eduardo Garzónen este artículo:
- - Conseguir incrementos salariales y recuperación del poder adquisitivo.
- - Mejora de las políticas sociales para conseguir aumentar el colchón de familias que viven en riesgo de pobreza.
- - Apostar por la innovación.
- - Recuperar instrumentos que en España nos vendrían muy bien. Por ejemplo, no veo lógico nacionalizar bancos y rescatarlos y que luego las pymes se quejen de que falta crédito.
No creo que esto sea
suficiente, pero el debate sigue abierto.
El paro es el principal es el principal problema de
España, pero no se puede solucionar creando trabajadores pobres por doquier.
Otro factor que podría ayudar sería poner freno a la deuda externa. No pagarla y punto. Porque una deuda externa superior al PIB de un pais es un lastre bastante pesado para poder reflotarlo.
ResponderEliminarAuditar la deuda sería conveniente, pero los reusltados en el empleo habría que verlos más a largo plazo. Pero estoy de acuerdo que con esta deuda, mal lo llevamos. Gracias por el RT!
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