A las noticias sobre las movilizaciones
ciudadanas en Turquía se ha sumado el descontento generalizado de miles de personas en Brasil ante la
situación social y política que están viviendo. La llama que ha encendido el
fuego ha sido la subida del transporte urbano, mientras que, por otro lado, se
gastan millones de dólares en eventos deportivos. En el fondo, de lo que
realmente se trata es de una protesta contra la corrupción política y a favor
de más desarrollo educativo y sanitario.
Pero, en este panorama, de nuevo surgen las
redes sociales como telón de fondo de la movilización. Por lo visto, los
servicios secretos brasileños las están investigando al darse cuenta de que, hoy en día, las
movilizaciones sociales se conectan en red.
Está claro, las redes sociales ya son un problema
para el poder, que está totalmente obligado a investigarlas y espiarlas. Tras la noticia
revelada por Edward Snowden, el exanalista de la CIA, sobre la existencia de una trama de espionaje electrónico masivo de
Estados Unidos y Reino Unido, ya no sabemos si estamos seguros o no en la red . Siempre pasa con la tecnología; puede usarse para el bien común o para el
malestar común. El poder siempre tiene la última palabra. Pero lo tremendamente
perverso de todo este asunto es que cada vez más dispositivos están conectados
a la red, y cada vez más avances tecnológicos están consiguiendo que graben
nuestras conversaciones, espíen nuestro correo y sepan en qué gastamos el
dinero.
El ojo del espía en nuestra propia casa y sin necesidad de que nos
pinchen el teléfono o nos pongan cámaras.
Aun así, las redes sociales, al ser
multitudinarias y masivas, están suponiendo un canal de distribución de ira y
movilización más que importante. Pero es sólo un canal; lo que subyace de todas
estas movilizaciones no es otra cosa que una protesta generalizada ante un sistema que excluye a la mayoría de la
población del progreso tecnológico, económico y social. Éste es el problema
social al que los gobiernos tienen que hacer frente.
Esta semana he estado leyendo el Libro Cypherpunks,
una conversación a varias voces que cuenta con el protagonismo especial de
Julian Assange, fundador de Wikileaks.
Assange está refugiado en la embajada de Ecuador en Londres. Lo que se cuenta
en este libro, que desarrollaré más en
una reseña especial, es demoledor: la red no sólo no es segura, sino que es
quizás el canal más potente para espiar a ciudadanos que se haya inventado
nunca. La tesis del libro y del movimiento Criptopunks
es acelerar el desarrollo de la criptografía
como forma de protegernos de las veleidades del poder.
El 15M español, la primavera árabe, Islandia,
Turquía, Brasil, Occupy Wall Street… Todos tienen en común no sólo la
indignación, también la tecnología. Está claro: lo que nos puede liberar,
también nos puede esclavizar. Atentos.
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