lunes, 26 de agosto de 2013

Mi nuevo artículo ya disponible: Trabajad, trabajad, malditos.



 A continuación os dejo mi nuevo artículo publicado por Almería 360. Esta semana ha tocado hablar sobre la tendencia hacia unas jornadas laborales maratonianas mientras cada vez más gente está en paro.




Tras el crack de 1929, hundidas en la gran depresión, multitud de personas desesperadas participaron en EEUU en un afamado maratón de baile. Ante la mirada morbosa del público, era normal ver parejas desvanecidas y agotados rostros que buscaban ganar un premio de unos cuantos dólares. En 1969, el director de cine Sydney Pollack se basó en estos acontecimientos para realizar la película Danzad, danzad, malditos.

Hace unos días, un joven becario alemán que buscaba su espacio en la City de Londres caía muerto tras tres días de trabajo sin descanso. Las finanzas descontroladas se cobran muchas víctimas, incluidos jóvenes que ambicionan entrar en su mundo. Como aquel concurso de baile de los años 30, parece que ahora la moda es exprimir el tiempo en maratonianas jornadas de trabajo. Ya sea en el sector financiero o en cualquier otro puesto, podríamos titular esta película real que vivimos actualmente como Trabajad, trabajad, malditos.

Francia fue de los primeros países europeos en el que los trabajadores consiguieron la jornada laboral de 40 horas y el derecho a vacaciones pagadas. Esto costó innumerables luchas y la victoria del Frente Popular en 1936. Desde entonces, como si fuera un péndulo, la cultura laboral en Europa se ha movido entre los que creían en el estajanovismo, reducido a trabajar mucho para producir lo máximo, y entre los que pensaban que era necesario armonizar la vida laboral y el resto de la vida, incluida la familiar. Aunque todo indicaba que la jornada laboral de 40 horas era intocable, parece que terminaremos eliminando este derecho. ¿Trabajar para vivir o vivir para trabajar? Siempre ha sido una pregunta ocurrente.

Algunos expertos estimaban que la tecnología iba a permitir reducir la jornada laboral, pero vemos que no lo hace. Por el contrario, nos enfrentamos cara a cara con un mercado de trabajo dicotómico en el que abunda el concepto de echar horas, frente a una población desempleada que parece enquistarse. Unos no tienen trabajo; otros sufren por el exceso de éste. La vida humana siempre ha estado llena de incongruencias y malos repartos.

 Si una persona trabaja doce horas al día, ¿cuándo se forma? ¿Qué tiempo le dedica a la familia? ¿Cuándo consume ocio? Habrá que quitarle horas al sueño. En el momento de que ese asalariado se quede obsoleto, parece que será reemplazado con velocidad. Sólo hay que ver las estadísticas: el 58,3% de los desempleados en España lleva más de un año sin trabajar y, lo que es más grave aún, 2.099.200 de personas suman más de dos años sin empleo. La amenaza del desempleo como forma cruel de motivar al empleado se ceba aún más con los jóvenes y los mayores de 45 años. No sólo hay que echar horas, también hay que cobrar poco y estar al día en todas las innovaciones tecnológicas posibles. Hay que ser bueno, bonito y barato.

Cuando estalló la crisis en España, el entonces dirigente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, dijo que la única salida para empezar de nuevo el crecimiento económico era trabajar más y ganar menos. Díaz Ferrán está al día de hoy encarcelado, inculpado por blanqueo de dinero y alzamiento de bienes. Es interesante ver cómo los que piden sacrificios no se sacrifican, cómo los que piden ajustes no se ajustan, y cómo los recortes sólo golpean a los de siempre. Como dice el refrán: consejos vendo, que para mí no tengo.


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