martes, 20 de agosto de 2013

¿Tienen los trabajadores fijos la culpa de la crisis?



De nuevo ha saltado al debate la conocida dualidad del mercado laboral español, caracterizada, a grandes riesgos, por trabajadores muy precarios -cada vez más comunes- y otros empleados con derechos adquiridos a lo largo del tiempo y más protegidos-cada vez menos-.
La Patronal ha solicitado que se “precaricen” más las condiciones de los indefinidos y que se mejore la situación de los temporales. En un mundo de alta flexibilidad y cambios en las conductas de los consumidores, es necesario, según ellos,  adaptarse a las circunstancias. Los sindicatos, por el contrario, han respondido  con contundencia alertando del gran problema social que implica un deterioro constante de las condiciones de trabajo. Con la excusa de la crisis, parece que se quiere retroceder a condiciones laborales decimonónicas.

Mi opinión al respecto es compleja, puesto que no debemos ser maximalistas a la hora de analizar las condiciones laborales y culparlas de lo bueno o lo malo de la economía. Está claro que la productividad  está ligada a que el trabajador se sienta a gusto en la empresa y se considere parte de ella, uniendo esto a una formación permanente y a un dominio de sus funciones profesionales que aumentan con la experiencia. Si cada dos meses se cambia de trabajo, ningún trabajador podrá hacerse un profesional de valía, sino que, por el contrario, se convierte en una pieza más de un engranaje que necesita piezas de usar y tirar. Querer un mercado de trabajo basado en el miedo a ser despedido y a los sueldos basura es una condena económica y social.
Por otro lado, tal y como vimos aquí, el número de contratos en España es excesivo.  ¿Es el contrato único la solución? No lo creo, pero, como se puede ver en el esquema, la complejidad de la tipología de contratos aporta más problemas que soluciones.

Pero yo querría  lanzar una reflexión en voz alta sobre esas críticas hacia el trabajo fijo que escucho en muchos foros. Si una persona tiene gastos fijos, como son la luz, el alquiler o la hipoteca,  el agua, el seguro del coche, la comida, etc., indispensables muchos para poder vivir, ¿por qué es tan malo desear tener ingresos fijos? Una cosa es adaptarse a la flexibilidad, y otra es ver como normal la precariedad más absoluta. Seamos honestos, no hay una empresa que no busque asegurar clientes y conseguir unos ingresos más o menos estables; que un asalariado sueñe con ello, no me parece para criticarlo. Se pueden abrir nuevas posibilidades en las que la flexibilidad de la empresa no requiera despidos o malas condiciones laborales, como pueden ser la reducción de jornada junto con la compensación con prestaciones públicas o la incorporación de los trabajadores a la gestión de la empresa. Sin embargo, por el contrario, tener buenas condiciones indefinidas no debe suponer dormirse en los laureles, como se ve en muchos sitios. Ofrecer un buen servicio, ser profesional y adaptarse a los cambios debe ser algo obligatorio.

Tener estabilidad no implica eliminar la disciplina, pero la disciplina no debe convertirse en un infierno para el trabajador. Estoy de acuerdo, sobre todo en la administración pública, en que se debe evaluar con dureza el trabajo de sus empleados. Aunque sean minoritarios los casos, evidentemente, evitar los fraudes, los abusos y la falta de profesionalidad deben ser una prioridad; pero no podemos olvidarnos de que, para desarrollar un buen proyecto vital y pagar facturas, necesitamos un empleo digno.

Fuente de la imagen: captura de imagen del diario Público

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