Bill Gates, cofundador de Microsoft y “filántropo”
reconocido es, según la Wikipedia, dueño de una fortuna valorada en unos 72.7
mil millones de dólares. Son cifras tan fastuosas que es difícil imaginar a
alguien con tantísimo dinero. Así que, considerando que tendrá liquidez para
invertir y hacer buenamente lo que le plazca, ha decidido inyectar capital no a
ninguna empresa de las tecnológicas que tenemos aquí en España -alguna Start-Up
como se las conoce-, no, ha decidido hacerse con el 6% de Fomento de Construcciones
y Contratas. Bill Gates invierte en ladrillo español, un activo que nos dio
tanta riqueza en el pasado y que nos trae por el camino de la amargura en el
presente. De esos ladrillos, estos lodos, como diría alguno.
Las acciones de FCC subieron en Bolsa un 8,30% gracias a
esos 113,54 millones de euros que invirtió el empresario informático. La alegría
típica de los mercados cuando ven dinero fresco nos puede confundir sobre la
recuperación económica española. Si pensamos en volver al cemento, mal vamos.
Pero es que parece que no hay futuro más allá del turismo y la construcción.
La reflexión que se está haciendo desde muchos medios de
comunicación es que se está abriendo la veda
para comprar activos en España a precio de coste. El capital no sólo quiere
optar a las típicas opciones privatizadoras de antaño, tipo Loterías, sino que también
quiere su trozo de pastel de las empresas privadas, vivienda o lo que se precie.
La crisis ha obligado a bajar tanto el valor de dichos activos que, cómo no,
ganan atractivo ante los inversores. Esto supone el peligro de crear nuevas
burbujas, pues el capital especulativo es depredador y es posible que entremos
en otro espejismo.
Con prácticamente un 26% de paro en España , estamos lejos de levantar cabeza. Puede
que haya recuperación financiera, que los bancos reciban dinero, como dice
Botín, pero de ahí a que eso llegue a la economía productiva hay un trecho. Nuestro
modelo productivo de ladrillo, sol, playa y cachondeo está herido de muerte. Además,
cuenta con una serie de limitaciones y debilidades muy acentuadas: en primer
lugar, es altamente temporal, si hablamos de turismo; en segundo lugar, si nos
centramos en la construcción, ya vemos sus limitaciones tanto medioambientales
como de mercado: no se puede construir tres veces más de lo que se vende.
El sistema financiero mundial funciona de esta forma: el
dinero se mueve a velocidades lumínicas favorecido por una revolución
tecnológica ligada a Internet, y se detiene allí donde le interesa. Rumores,
confianza, ventas, compras, miedo, pánico… Cualquier sentimiento humano influye
en este fluir entre monetario y virtual.
Aunque algunos economistas
se apoyen en operaciones matemáticas impulsadas por tecnologías futuristas, llegar
a entender los movimientos bursátiles para jugar siempre a ganar es muy
complicado; las emociones pueden más que la razón. De ahí, que veamos
constantemente decisiones inesperadas cuyas consecuencias son sufridas por
millones de personas. En un mundo hiperconectado, la teoría del caos adquieremucha más fuerza.
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