Lo que estamos viviendo con el SARS-COV2 es
seguramente el mayor reto planetario desde la Segunda Guerra Mundial. Para que os hagáis una idea, el shock económico se traduce en:
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Según el FMI, “una contracción del tres por ciento en el
Producto Interno Bruto global este año. Semejante retroceso no tiene
precedentes en tiempos modernos, pues habría que remontarse a la época de la
gran depresión que comenzó en octubre de 1929 con el fin de encontrar un
periodo más adverso. Al lado de lo que pasa ahora, la descomunal crisis
financiera internacional que estalló doce años atrás parece una emergencia
manejable.” O sea, que si nos costó salir de la anterior crisis, ya podemos ir
preparándonos.
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“El impacto
más fuerte lo recibirá la zona euro, cuya economía caería 7,5 por ciento en
2020. Italia, con un bajón del nueve por ciento, será la más damnificada,
aunque España, Francia o Alemania no estarán mucho mejor.”
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“China e India
seguirían en positivo, aunque con tasas apenas superiores al uno por ciento que
contrastan con su desempeño reciente. El resto de Asia dará marcha atrás, al
igual que África.”
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“Estados
Unidos experimentará un descenso del 5,9 por ciento, mientras que el de América
Latina será de 5,2 por ciento. México, Argentina o Brasil serán los de peor
desempeño, al igual que los países del Caribe que dependen del turismo”.
¿Qué significan estos datos? Seguramente nos
espera un futuro a corto medio plazo con graves disturbios. La cuestión es que, como ya escribí en su día, las políticasde confinamiento son útiles para deteneral virus, pero son un misil nuclear dirigido hacia las estructuras
económicas de los países. Si tenemos un nuevo rebrote este verano -o en otoño-,
nos espera un futuro auténticamente apocalíptico, alejado de esa recuperación
en forma de V que algunos mencionaban. Ojalá me equivoque.
Sálvese
quien pueda
La guerra por material sanitario, por ejemplo,
o el cierre de fronteras, hacen ver que la solución a esta crisis está pasando
por el fortalecimiento de los estados
nación y no por una mejora de la cooperación internacional. La globalización ha
muerto, tal y como la entendíamos, por lo menos, hasta ahora. El surgimiento de movimientos populistas de marcado carácternacionalista no solo puede llevarnos a la reducción de la
cooperación internacional, en todos los
sentidos, sino a un giro radical en las políticas migratorias. ¿El motivo de esto último? El miedo a un
posible rebrote, pero también el incremento del desempleo puede llevar al
surgimiento de movimientos radicalmente opuestos a los inmigrantes. Es la
guerra del último contra el penúltimo.
¿Se controlará, por ejemplo, al turista
británico en cuanto se abra la temporada? Siendo el Reino
Unido uno de los países con más muertes e infectados del mundo, espero que sí. ¿Estamos
seguros? ¿Hemos aprendido algo de no haber cerrado fronteras con Italia cuando
ya sabíamos la importancia de la epidemia ahí? ¿Necesitaremos un pasaporte de inmunidad?
Por otro lado, la Guerra Fría de EEUU contra
China tampoco nos puede llevar a un buen escenario. China ha utilizado la
cooperación con otros países como una forma de Soft Power. Necesitada de
recursos como está para alimentar su imparable crecimiento, el gigante asiático
ha entendido bien que ayudando se consigue bastante. No obstante, las sospechas
de que el gobierno chino ocultara información sobre
el coronavirus, junto con la existencia de laboratorios de máxima seguridad en
los que se investigaba con virus parecidos cerca de Wuhan, ha levantado todo
tipo de suspicacias. Por ahora, China se ha mostrado favorable a que se investigue el origendel virus. Es lo único que sabemos.
¿Existirá
cooperación al desarrollo tras esta pandemia?
Habrá países que saldrán mejor que otros. La lucha en Europa por convencer al norte para que sepuedan implementar medidas económicas que no nos destrocen a los del sur
demuestra que es muy complicado que los
políticos alcen la vista más allá de un corto plazo. Aún así, mientras escribo
este artículo, me llega la noticia de que
Bruselas pone encima de la mesa una propuesta que
intenta, en cierta manera, generar un “plan Marshall Europeo” sin abrir más la
brecha entre los europeos del norte y del sur.
En un interesante artículo publicado por el instituto Elcano, se dan unas claves muy acertadas sobre
cómo podría ser el futuro de la ayuda al desarrollo:
-
Tras la crisis
del 2008 la ayuda creció. Esto se explicaría, en parte, por el incremento de la
participación de China y los donantes privados.
-
La pandemia es
mundial y con la salud no se juega. No nos podemos permitir que los avances
médicos, tanto en vacunas, tratamientos o material sanitario, se queden en unos
pocos países. Las consecuencias las pagamos todos.
-
El ámbito
social está enlazado, cierto, con lo político y económico, pero también son
necesarias instituciones internacionales fuertes que puedan ayudar. La actitud
de EEUU contra la OMS o el papel
totalmente simbólico de una ONU, cuyo consejo de permanente de seguridad es el
reflejo de un mundo arcaico nacido justo
tras la II Guerra Mundial, no dejan lugar para el optimismo.
-
No hay dinero
para la ayuda internacional a no ser que se relaje mucho la ortodoxia económica
en Europa, cosa que dudo.
Por ello, veremos seguramente un descenso notable de
estas partidas dentro del seno del viejo continente.
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A China le
sigue interesando la ayuda al desarrollo como herramienta de legitimación
internacional. Más aún sabiendo que el virus salió de su territorio.
Enlaces
de interés y agradecimientos
Este artículo no hubiera sido posible sin la
información facilitada por María Del Mar Martínez, abogada experta en
cooperación internacional para el
desarrollo y autora del libro “La República Democrática del Congo y la maldición de los recursos” . También es
gestora de la página de Facebook, que os animo a seguir, “cooperación Internacional para el desarrollo”.
Más lecturas: Informe de UNICEF: La cooperación al desarrollo ante la crisis
del COVID-19
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