He dedicado la última semana a leer el libro de
José Carlos Díez “Hay vida después de la
crisis”. Como no soy economista, no puedo opinar sobre la rigurosidad u otros
aspectos más profundos de este ensayo, por lo que intentaré dar una opinión lo
más fundamentada posible desde mis limitaciones formativas.
Díez es economista y tiene un famoso blog en
el periódico económico “Cinco días” llamado “El economista observador” ,
por lo que ya es una cara conocida por parte de los medios de comunicación. Es
habitual en tertulias televisivas y últimamente aparece más desde que publicó
su libro.
Este ensayo
pretende ser -y lo logra, en parte- un
ameno y didáctico estudio que busca explicar las causas que él considera
fundamentales de la crisis: entre otras muchas, lo erróneas que son las
políticas de austeridad que obliga la Troika a llevar a cabo a los países más castigados
por la situación económica actual. Antes de meternos en faena, podemos resumir
las ideas más destacadas de este ensayo en las siguientes: la ineficacia de la austeridad en época de depresión, la necesidad de
medidas de estímulo, de control de la economía por parte de las instituciones
y la sostenibilidad del Estado del Bienestar.
Para el
autor, la explicación de la crisis es doble: la existencia de una banca en la
sombra que mueve el dinero al margen de los controles y una deflación de los activos,
en el caso español, vinculados al ladrillo. Cuando un activo determinado pierde
valor, los bancos, demasiado dependientes de él, pierden dinero y necesitan
recapitalizarse.
Ya
decía Marx, y esto es un añadido que hago, que cuando la oferta satura a la demanda,
de golpe y porrazo, nos encontramos ante una crisis de sobreproducción: hay más
de lo que el mercado puede asimilar. La constante bajada de salarios y la
subida de precios obligó a muchas familias a acudir al crédito para acceder a
bienes básicos como la vivienda. Al perder el trabajo, la deuda sigue, por lo
que es muy difícil aumentar el consumo si la prioridad es sobrevivir con lo
mínimo.
En
todos los países desarrollados y en todas las épocas ha habido crisis. El
capitalismo en un sistema que se mueve a base de ciclos, con altibajos, y que
siempre se ajusta por el eslabón más débil. Lo que ocurre es que, en la actualidad,
en plena revolución tecnológica, todo se hace más rápido y con mayor riesgo.
Dentro de
las instituciones objeto de crítica del libro están tanto las agencias de
calificación como el Banco Central Europeo, sin olvidar a Merkel y al gobierno
alemán. Las agencias de calificación ya han demostrado ser empresas con
intereses oscuros que utilizan la información como les conviene, y que están
resultando ser muy perjudiciales para muchos países. El Banco Central Europeo,
a diferencia de la Reserva Federal Americana, tiene como objetivo primordial
sólo el control de la inflación, no la creación de empleo. Esto hace que, desde
el sur, estemos ahogados como consecuencia de que el BCE no presta dinero a los
estados, sino que lo da a muy bajo
interés a unos bancos que después hacen negocio comprando deuda pública.
Además, resulta que el BCE se fía más de las agencias de calificación que de
sus propios evaluadores, que son los bancos centrales de cada país. Paradójico,
¿no?
Europa
reaccionó a la irrupción de la crisis tarde y mal, y eso lo estamos pagando todavía.
Desde la crisis de Grecia hasta la pésima gestión del caso de Chipre, la Unión
Europea responde más a los intereses de una élite financiera y política de
Alemania que al interés general de la Unión. La entrada en el euro permitió a la
banca española financiarse en el exterior, a los consumidores acceder a crédito
a muy bajo interés y a la banca alemana invertir el exceso de ahorro que tenía
-debido a un estancamiento de su economía- en nuestro ladrillo. La ecuación
está completa, a pesar de parecer que nadie quiere acordarse.
José
Carlos Díez también repasa otras crisis económicas –desde la gran depresión de EEUU ( pág. 89) hasta la
vivida por Japón no hace muchos años-, buscando similitudes y comparando las
distintas medidas que se tomaron en su día. Desde un prisma muy keynesiano,
defiende el Estado del Bienestar como forma para evitar grandes catástrofes
sociales tipo Revolución, incluso cuenta un breve viaje a Cuba para ilustrar un
poco su narración(pág. 113). Ya sabemos que es común en mucha gente apelar a
Cuba para hablar de los desastres del
comunismo cuando se quiere defender la economía de mercado, en esto no hay nada
nuevo. Incluso, una vez alabado el análisis del economista Minsky sobre la inestabilidad
financiera (págs. 44-48), comenta que la salida no pasa por nacionalizar la
banca, como sí quería el citado economista estadounidense, sino establecer más
controles públicos. ¿Se puede controlar una maquinaria tan potente como la
economía de mercado sin terminar de ahogarla? Ese es el equilibrio que tanto
cuesta conseguir.
La
crisis en España tiene sus particularidades, y los casos de corrupción que
vivimos constantemente también son algo de lo que habla el autor. No es el excesivo
gasto público lo que debilita nuestra economía, sino la fuerte caída de los
ingresos. El fraude fiscal o la necesidad de racionalizar nuestro sistema
fiscal son dos elementos clave a la hora de afrontar nuevos retos económicos.
Por lo
demás, el libro es entretenido, aunque el autor dedica buena parte de sus
páginas a intentar
justificar que la economía no es una ciencia exacta y a responder cómo es posible que ninguno viera
venir lo que se avecinaba, incluso cita varios encuentros con premios Nobel de
Economía que no supieron responder a sus preguntas. Que cada uno interprete lo
que quiera sobre esto último, pero yo veo un intento de exonerar a los expertos
económicos de fallar más que una escopeta de caña.
Ficha técnica del libro:
Título: “Hay vida después de la crisis”
Autor: José Carlos Díez. El economista observador
Editorial: Plaza y Janés
Número de páginas: 334
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