A ninguno, o casi ninguno, nos ha gustado nunca que nos
examinen. Resulta una experiencia que provoca nervios y que, en muchas
ocasiones, puede no determinar bien lo que has aprendido o no en un área de
conocimiento concreta.
Leo que, recientemente, se ha desarrollado un software que
puede permitir un seguimiento del trabajo del alumno de forma asidua, lo que
podría poner punto y final a los tan odiados exámenes. Atendiendo a criterios como el
esfuerzo o, por otro lado, centrando la formación en la adquisición de competencias
concretas, la tecnología puede facilitar que nos olvidemos de jugárnoslas
cada trimestre al todo o nada y podamos
plantear nuestro aprendizaje como un camino constante y permanente en el que lo
importante es ir alcanzando metas, no que te califiquen.
El problema de todo esto, en mi opinión, es que primero hace
falta que todos los alumnos tengan acceso a una educación de calidad que
pudiera abordar y abarcar este nuevo modelo. Pero, en segundo lugar, como puede
pasar con unas oposiciones u otras pruebas selectivas, la cuestión es que hay
determinadas facetas en la vida que requieren de una prueba objetiva, y hasta
ahora, no se ha intentado implementar algún innovador proceso evaluativo que
elimine las atosigadoras pruebas en determinados casos.
El dilema no es sólo exámenes sí, exámenes no. La educación
“formal”, en la era digital, está siendo cada vez más cuestionada. ¿Podemos
seguir reproduciendo de por vida un modelo educativo propio de la Revolución
Industrial decimonónica? No soy pedagogo, pero es evidente que vivimos un
progreso del conocimiento sin límites, y que hoy en día, gracias a Internet, es
más importante saber administrar ese conocimiento que acumular datos ilimitados
en un cerebro infantil-adolescente. Manejar herramientas, espíritu crítico,
capacidad de análisis… son capacidades hoy en día igual o más importantes que
conocer fechas y datos precisos.
Es como cuando se envía un trabajo en el colegio y luego el
niño trae unas páginas copiadas de la Wikipedia. El profesor no puede quejarse,
el niño ha elegido la opción que optimiza más sus recursos de tiempo y
esfuerzo. Pero, ¿y si nos planteamos los trabajos como algo distinto a la
búsqueda de información?, me explico: en vez de exigir buscar conocimientos, se
puede exigir el análisis de dicha información. ¿Cuál es tu opinión sobre esto?
Vale, busca fechas en la Wikipedia, pero me interesa que interpretes lo que
lees. ¿No sería eso más racional dada las circunstancias?
Para un Estado es más sencillo organizar la educación de forma
industrial, al fin y al cabo la creatividad y el espíritu crítico exigen un
esfuerzo que a veces desde la administración no se quiere o no se puede
abordar. Pero, además, ¿qué harían los gobiernos si la gente tuviera capacidad
de crítica?
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