Por mucho que se empeñen los sesudos analistas, no son los Servicios
Públicos de Empleo, las ETT o los
portales web de empleo los que tienen
gran influencia en intermediación en el mercado laboral. El 70% de los puestos de trabajo que se crean se ocupa por la red de
contactos, o sea, que no se ven publicados. Se trata de una afirmación que
siempre ha estado encima de la mesa, pero esta vez es el IESE Bussines School el que lo dice a modo de conclusión en un
informe que tiene por título 'Objetivo:
reducir el desempleo juvenil en España'.
El citado informe está realizado por el Centro Internacional
de Investigación de Organizaciones (IRCO) del IESE, y se realiza ante un
panorama desolador en cuanto al desempleo juvenil: en España hay más de 900.000 jóvenes de entre 16 y 24 años sin empleo.
Mientras que en la UE la media del desempleo en
el mismo colectivo de edad es del 23%, en nuestro país se sitúa en el
56%.
El mercado laboral juvenil se encuentra ante una dualidad
tremendamente polarizada: jóvenes sobrecualificados que tienen que marcharse de
España por falta de oportunidades laborales y jóvenes infracualificados que no
encuentran opciones, pero a los que les resultará más difícil adaptarse a otros
trabajos fuera de España precisamente por su falta de formación. Este último
colectivo es el mayoritario.
El Estudio realizado por el IESE -basado en un sondeo realizado
a unos 250 directivos- no sólo pone de relieve dicho desajuste entre formación
y realidad laboral en cuanto a criterios formativos estrictos, sino que también
alude a determinadas competencias, o skills,
requeridas por las empresas.
Para ser más gráficos, las competencias estarían divididas
en Hard Skills y Soft skills. Las primeras
se corresponderían a la formación técnica de toda la vida: saber dominar tal
programa informático, hablar un idioma, etc.; mientras que las Soft skills se orientarían a
determinadas habilidades sociales, como son la capacidad de trabajar en equipo
y la flexibilidad para aprender. Además, también podríamos hablar de Marketeable skills, que agruparían
aquellas destrezas “vendibles” como, por
ejemplo, la capacidad de prepararse exámenes y pruebas.
El colectivo juvenil se dividiría, por tanto, en tres grupos:
- Capacitados (achievers): motivados y ambiciosos. Poseen educación de alto nivel y hablan al menos una lengua extranjera.
- Media (average): jóvenes con una educación incompleta. No hablan ningún idioma extranjero con fluidez y sus aptitudes son limitadas.
- No capacitados (unskilled): jóvenes que abandonaron la escuela y no poseen habilidades laborales de ningún tipo.
Entre los déficits del sistema educativo -pensando en la
orientación al empleo- que se detectan, a nivel global estaría la falta de
orientación en la juventud cuando tiene que escoger la formación de cara a
su futuro profesional o la falta de una mentalidad internacional o de
emprendimiento.
Sin embargo, tras todos estos datos tan abrumadores, cuando
se les pregunta a los directivos cuál es
el principal motivo por el que no contratan a personal, el 71% de ellos
responde que es por falta de demanda de sus bienes y servicios o, lo que es lo mismo, porque no
venden. Ni formación ni subvenciones son motivos principales que lleven a
las empresas o, más bien, las limiten -por lo menos, a las consultadas- a
contratar. Esto no quiere decir que la burocracia sea un obstáculo y que la
formación se convierta en el principal motor de una economía, pero es que si no
hay actividad económica, de nada sirve lo anterior.
Es cierto que cuando hablamos de modelo productivo
compararnos con Alemania -que se suele hacer desde los medios de comunicación
muy a menudo- es un juego en el que salimos perdiendo. Su industria y su
formación profesional son superiores a las nuestras, con un alto valor añadido
y más flexibilidad para adaptarse a los nuevos ciclos económicos. Toda la
juventud que dejaba de estudiar para irse a la construcción es un capital
humano con falta de formación que no se sabe bien dónde terminará trabajando.
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