Que Internet aumenta la productividad,pero no reduce las horas de trabajo, es evidente, teniendo la posibilidad que tenemos de estar trabajando con un móvil o una tableta mientras vemos la televisión cenando a las 22:00 muertos de sueño. La red es un gran logro, pero la línea que separa la vida personal de la laboral, en determinados trabajos, está desapareciendo
Y yo me pregunto: ¿de
qué sirve aumentar la productividad si eso no conlleva ni reducir la horas de
trabajo ni la creación de nuevos empleos? Recuerdo que tenemos un paro del 26%.
En esta fase de transición en la que vivimos, en la que las
nuevas tecnologías están presentes pero todavía existen las mentalidades
analógicas, la organización productiva debería pivotar alrededor de compaginar
vida laboral y personal y, sobre todo, enfocarlas
también a proporcionar unos ingresos
mínimos para poder hacerlo.
Como comentaba con anterioridad, poder llevarte la oficina a
casa o adonde sea vía móvil es un problema, por muchas ventajas que tenga. La
presión es constante, puesto que se supone que tienes que estar siempre
conectado y contestando a lo que te llegue. Además, los fines de semana
también, por mucho que quieras desconectar, son días en los que se puede
aprovechar para adelantar trabajo, organizar información o reunirte con tus
compañeros. Vivir para trabajar. Por cierto, en
estos tiempos trabajar mucho no es sinónimo de ganar dinero (no digo mucho
dinero, simplemente ganar algo de dinero).
Como en España el concepto de trabajar bien es echar muchas horas,
por encima de los proyectos, objetivos e incluso ciertos detalles específicos
vinculados a la calidad, Internet ha entrado como un torrente facilitando vivir enganchado a tu oficina
virtual. Si las tortugas llevan la casa a cuesta, nosotros llevamos el trabajo
allá donde nuestra conexión sirva. Y si no sirve, nos ponemos amarillos.
Lo que ocurre es que, como con todo, termina por gustar esto
y, al final, dependes tanto de conectarte a Internet con la idea de trabajar
que no lo ves como un problema. Si alejamos el zoom de cada caso particular, vemos que socialmente es muy difícil
organizar una vida colectiva cuando se trabajan tantas horas. ¿Qué pasa con los
hijos? ¿Qué pasa con el ocio? ¿Qué pasa con el consumo? ¿Qué pasa con la vida
en general? Pero, claro, con la crisis
que tenemos, quien trabaje no se puede permitir el lujo de no estar todo el día
currando; y quien no trabaje, debe estar lo máximo posible buscando empleo y
usando todas las herramientas disponibles.
No creo que la tecnología destruya empleo, pues eso es un
dogma que la realidad ha ido destruyendo desde el luddismo. Lo que destruye
empleo es una pésima organización productiva, confundir trabajar bien con echar
horas, no repartir las jornadas laborales, las políticas de austeridad, la
falta de inversión en I+D+i, la bajada de salarios y un largo etcétera.
Por cada empleo que se destruye por una máquina, surgen
nuevas oportunidades con nuevas innovaciones. La cuestión es poner el progreso
al servicio del desarrollo social, y no, como vemos, al servicio de unas élitesque luego ni pagan impuestos.
La tecnología está para ayudar, pero, como instrumento
basado en la aplicación racional de conocimiento científico, también puede,
como decía Goya, fabricar monstruos.
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