Aún recuerdo la entretenida película “Gattaca”.
La historia está ambientada en un futuro en el que la revolución genética hace
que las personas, desde su nacimiento, sean destinadas a una profesión, actividad
o éxito probable, tal y como sucedía también en la novela de Huxley “Un mundo
feliz”. En la película, el protagonista se rebela y consigue, con esfuerzo y
tenacidad, llegar muy lejos sin estar determinado por la genética “perfecta”.
Tuvo agallas, como se suele decir.
Os comento esto porque acabo de leer un interesante
ensayo, “El cociente agallas”, escrito por el Doctor Mario Alonso Puig y que
habla no sólo del genial, fascinante y misterioso órgano que tenemos encima de
los hombros llamado cerebro, sino de la voluntad, el esfuerzo y la ilusión por
mejorar. En un ambiente lleno de desasosiego y riesgo, el ser humano está
acostumbrado a adaptarse, modificar conductas y transformar el entorno exterior
e interior. Aunque creamos que por nacimiento heredamos el talento, la inteligencia
o la fuerza física, sin entrenamiento, estudio, formación y ganas de progresar
nada sirve. Incluso sin disposición genética, mucha gente lucha cada día y
consigue lograr metas “a priori” inalcanzables.
El libro consta de tres partes: “Conocerse y
comprenderse”, “Superarse” y “Trascenderse para descubrirse”.
En “Conocerse y comprenderse” (págs. 17 -89),
el doctor analiza lo que a mí me ha parecido lo más interesante del libro por
su carácter científico y altamente pedagógico. ¿Somos optimistas o pesimistas
por naturaleza?, se pregunta el autor. ¿Está en los genes de cada uno la visión
que tengamos del mundo? Puede influir, pero no determinar. La importancia de
las emociones, como bien afirma el neurocientífico Antonio Damasio, es crucial.
Las decisiones son una mezcla de razón, emoción e intuición. Aunque nazcamos
con un perfil emocional determinado, ¿quién dice que no se pueden modificar
nuestra forma de sentir? Y también cabe decir que no educarnos teniendo en
cuenta el lado emocional supone olvidarnos de algo tremendamente importante en
nuestras vidas.
La descripción del cerebro que hace el doctor
Puig me parece muy esclarecedora y, sobre todo, rompe una serie de mitos. Según
el doctor, nuestro cerebro es como si fuera de plastilina. Sí, no es algo
rígido que impide el aprendizaje una vez creemos saberlo todo. Aunque
tradicionalmente se dice que no podemos crear nuevas neuronas, los estudios
demuestran que en determinadas partes de nuestro cerebro sí se pueden ver nacer
estas importantes células. Procedentes de otras que en su origen habían sido “células
madre”, tenemos “células indiferenciadas, capaces de transformarse en nuevas
neuronas” (pág. 25).
Estas células madre se encuentran alrededor
de las cavidades cerebrales, los ventrículos, y son “capaces de emigrar donde
comienza su transformación en neuronas”. Y aquí viene lo más curioso: “cuando mantienes la ilusión, cuando te
atreves a superar tu miedo, cuando das un paso hacia adelante en medio de la
ambigüedad y de la incertidumbre, cuando sales de la zona de confort y aprendes
cosas nuevas, estás favoreciendo que esas células madre se trasformen en
neuronas” (también pág. 25).
Cuando vamos al gimnasio y hacemos deporte (da igual si lo practicamos al
aire libre), el cuerpo se acostumbra y nuestros músculos y sistema
cardiovascular se van desarrollando para adaptarnos mejor al esfuerzo; por lo
tanto, al igual que los músculos del cuerpo, nuestro cerebro responde ante los retos
potenciando sus capacidades. Por cierto, también se ha demostrado que el
ejercicio físico puede estimular la creación de neuronas. En un experimento
realizado con ratones por el Instituto Salk, se demostró que dicha actividad
física podía multiplicar por tres el
número de neuronas en el hipocampo.
La nueva creación de neuronas, o
neurogénesis, es un proceso lento que exige esfuerzo por parte de la persona.
La persistencia y la paciencia favorecen la neurogénesis, pero, como bien dice
el doctor, esto también incrementa el grosor del hipocampo y, por lo tanto,
amplifica la sensación de que somos más valientes y capaces (pág. 27). El
hipocampo es fundamental a la hora de aprender. Repito un axioma que hay que
tener claro: sin esfuerzo, no hay logros. Los milagros y los atajos o bien no
existen, o bien no nos llevan a ningún sitio.
Si hablamos de las emociones, vemos como éstas
se producen en la región prefontal. La prefontal izquierda es generadora de
emociones positivas y la prefontal derecha, de emociones negativas. Según el
doctor, cultivar el optimismo es potenciar la región prefontal izquierda.
Buscar emociones positivas, compañías que sumen, no que resten, o ver el lado
positivo de las cosas, influyen en nuestra salud tanto física como emocional.
Una vez más, cuerpo y mente van de la mano.
¿Y qué pasa con el miedo y la aversión al
riesgo? Pues que nos obligan a hablar de otra parte de nuestro cuerpo llamada amígdala. No la que nos quitaban
cuando éramos pequeños y las anginas nos atosigaban, sino el conjunto de núcleos de neuronas localizadas en
la profundidad de los lóbulos temporales. Cuanta más actividad tiene la
amígdala, más aversión al riesgo, o sea, más miedo (pág. 51).
El miedo es lo que nos roba la
felicidad. Por eso es importante avanzar y combatir los temores, pero para eso
es crucial saber hacia dónde vamos (pág. 63). Los objetivos y las metas o la
idea de misión en la vida -que no es otra cosa que encontrarle sentido a esto
que nos rodea y que nos acompaña hasta la muerte-, generan ilusión y ganas de
combatir la incertidumbre. Cuanto más creamos que somos dueños de nuestro
destino y de nuestras vidas, mejor estaremos emocionalmente.
No quiero extenderme más, porque
lo importante es leer el libro y que cada cual extraiga sus propias
conclusiones, pero me queda alguna idea más por poner encima de la mesa.
Evitar las emociones tóxicas tales como
“miedo, angustia, frustración, etc. (pág. 66)” es un paso más hacia la
estabilidad emocional. Nuestro sistema nervioso vegetativo -formado por
neuronas, núcleos encefálicos y nervios- tiene dos partes: el sistema nervioso simpático y el parasimpático (págs. 66-67). El
primero nos prepara para la lucha y el desafío; el segundo para la
recuperación. El primero genera el estrés necesario para huir de los peligros,
pero este estrés, si se alarga, es tremendamente nocivo para nuestra salud psíquica
y física: aumenta la tensión arterial,
destruye el sistema inmunológico, incrementa la glucosa en sangre y un largo etcétera.
Tras esta introducción a cómo funciona
nuestro cerebro, la segunda y la tercera parte del libro recopilan una serie de
consejos, anécdotas y planteamientos para poder mejorar nuestro estado de
ánimo. Explorar nuestro cerebro creativo (pág. 103) y no dejar de aprender parecen
dos fuertes pilares que nos ayudarán a entrenar a nuestro cerebro construyendo
así un edificio emocional más fuerte. “Si
quieres superarte, lee, fórmate, interésate por temas diversos, aprende cosas
nuevas y dedica tiempo a reflexionar” (pág. 108).
La tercera parte
es quizás más espiritual, más trascendental, como bien dice su título. Aquí entrarían las
creencias de cada cual, puesto que buscar el sosiego en la vida terrenal ha
sido una constante de las religiones. Pero creo que la parte espiritual está
más relacionada con la reducción de incertidumbre y la generación de objetivos
o, por lo menos, de un sentimiento de pertenencia a algo superior y de misión
que a otro sentido más etéreo. Como vemos, cuerpo y mente, emociones y materia,
se suman de nuevo.
A modo de
conclusión, la idea fundamental que he sacado tras la lectura de este
ensayo es que si quieres y te esfuerzas, el cerebro responde de la mejor manera
que puede. No es tanto que te compares con grandes genios, sino que intentes
desarrollar todo tu potencial. La peores palabras que se pueden escuchar son “es que he nacido así” o “yo ya no puedo
cambiar”. Más que en el éxito, hay que pensar en nuestra salud.
Ficha técnica:
Título: “El cociente agallas. Sé valiente, cambia tu vida”
Autor:
Dr. Mario Alonso Puig
Editorial:
Espasa.
Nº de páginas: 224 págs.
Gracias no pude comprar esta hermosura de libro pero gracias a todos los estratos pude escribirlo y leerlo una y otra ves
ResponderEliminarGracias por existir MARIO ALONSO PUIG