Esta semana nos han llegado un par de noticias explosivas
relacionadas con la formación, el empleo y el fraude. La primera, la detención del presidente de la Federación de Empresarios de Madrid Alfonso Tezanos,
relacionado con un supuesto fraude de los cursos de formación de la Comunidad
de Madrid. La segunda ha sido la fianza multimillonaria -29,5 millones de
euros- a la exministra Magdalena Álvarez, que ocupó el cargo de Consejera de Economía en la época en la que,
supuestamente y según la jueza Alaya, se desviaron cantidades ingentes de
dinero público destinado al empleo y a los famosos ERE a otros menesteres,
entre los cuales estaba el enriquecimiento ilícito de más de uno.
Los sindicatos, quetambién tuvieron su parte, tal y como comenté en su día , cierran un círculo en el que, junto a
políticos y empresarios (no generalizo, pero haberlos hay), se han visto
metidos hasta el cuello en un asunto muy feo. No sólo feo por el hecho de meter
la mano en la caja, sino porque además se usó fraudulentamente un dinero en una
comunidad -hablo de Andalucía- con tanto paro y necesidad.
También quiero citar
los cursos de formación para desempleados y emitir una reflexión para el
debate, a modo de paréntesis. Cuando había más dinero para financiarlos, se
convertían en un fin en sí mismos, tanto para las empresas y entidades que los
impartían como para muchos alumnos que, ante la falta de expectativa, se
pasaban muchos meses de su desempleo acumulando horas de formación. ¿Inserción
laboral? Pues no sé, habrá que analizar los datos de inserción, pero de inserción
relacionada con la formación que adquirían, no contar como inserción cualquier
trabajo y sumarlo al curso. Esto no tiene nada que ver con el fraude, pero está
claro que no solemos optimizar los recursos que tenemos o de los que pudimos
disponer en otras épocas. Cierro paréntesis.
Entiendo que el problema fundamental en España es la
falta de tejido productivo, y que en la era de Internet cualquiera con conexión
puede formarse en unas condiciones más que dignas sin necesidad de someterse a
cursos presenciales tutorizados por alguna de estas organizaciones, pero no
podemos obviar que la burbuja de cursos financiados con dinero público pinchó y
detrás dejó un rastro más que oscuro. Es necesario analizar toda subvención
pública con lupa y reforzar todos los controlas más si cabe.
La falta de
transparencia y el cachondeo existente entre los ERE y los dichosos cursos han
centrado mucho el debate en los sindicatos -creo que incluso más que en la
patronal-, ya de por sí bastante desprestigiados. Pero los casos de Madrid y
Andalucía, y muchos más que seguro habrá, nos ayudan a entender mejor que el
fraude en España es común en aquellas actuaciones opacas y cercanas al poder. La
necesidad de una administración más transparente no sólo es un imperativo
democrático, sino que facilita aún más la auditoría constante de todo dinero
público.
Ante todo esto, elgobierno pretende reformar el sistema de formación para el empleo, pero, ¿solucionaría
todos estos problemas el hecho de restarle poder a sindicatos y patronal en la
planificación y ejecución de los cursos?
Los sindicatos, que
están dispuestos a abandonar en parte la ejecución de los cursos, no lo están
tanto en dejar de lado la planificación y el diseño. Según he podido leer en el
artículo anteriormente citado, el gobierno opina que las entidades de
formación acreditadas y registradas (centros privados) “no deben ser
"meros proveedores de formación" sino "corresponsables en la
planificación y diseño de las iniciativas, en su evaluación y en la
investigación de las metodologías y herramientas".
Desde luego, la
polémica está servida, y es que los fondos para la formación son muy golosos.
Por ejemplo, la formación para trabajadores -la antigua formación continua- se
financia de la siguiente forma: una “cuota que empresa y trabajadores pagan
en sus nóminas (un 0,7%, del que el 0,6% se hace cargo la empresa y el 0,1%, el
trabajador)”, lo que significa unos “1.800 y 2.000 millones al año. De
ellos, 700 se destinan a la bonificación empresarial, esto es, a formación que
hacen las empresas para su plantilla, bien para que adquieran nuevas
competencias o para que se reciclen”. El resto, 1200 millones de euros, “se
reparten entre las comunidades autónomas, el Estado y los agentes sociales
(sindicatos y patronal, entidades de la economía social y de autónomos). Cada
entidad convoca luego sus cursos de formación. Es la Fundación Tripartita, en
la que participan sindicatos, patronal y el Ministerio de Empleo, la encargada
de gestionar y supervisar este último punto, el del reparto de fondos
estatales. No obstante, muchas comunidades autónomas firman con la fundación
convenios de colaboración para que esta apoye o fiscalice sus cursos”.
Como veis, mucho
dinero pululando. Seguiremos atentos al debate.
El "Flipped Robin Hood". Eso sí, entre ellos se han repartido dinero y puestos de trabajo muuuy generosamente. Buenos días.
ResponderEliminarCierto, la generosidad no ha ido donde tiene que ir. Gracias por el comentario, Azahara.
ResponderEliminarA ti por tus reflexiones :)
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