La
fuerza de los cambios en la economía hace que cualquier empresa, corporación,
moda o lo que se precie, pase a la historia en cuestión de pocos años, incluso
meses. El caso de la empresa finlandesa Nokia puede servirnos de ejemplo -usando el término del sociólogo Zygmunt Bauman- de esta modernidad y vida líquida.
Nokia,
a pesar de no estar en su mejor momento, tuvo unas ventas en 2012 por valor de
30.176 millones de euros, lo que equivale al 15,6% del PIB finlandés. Las
administraciones públicas del país europeo notaban bastante la fuerza de esta
empresa, puesto que, en los años fuertes de la compañía de móviles, el 1,5% de sus ingresos totales se debía a loque pagaba Nokia del impuesto de sociedades.
Después
de cerrar una de sus fábricas y dejar en la calle a 800 personas, Nokia se
centraba en mantenerse en la capital, Helsinki. Parece ser que no subirse a la
moda de los Smartphones, ha dejado a la compañía fuera de juego. No incorporar
Android ni ser Apple, por ahora, ha condenado a Nokia a vivir en una especie de
tierra de nadie, pero también es cierto
que la pérdida de valor de la empresa responde a una estrategia un tanto
turbia, tal y como explica en su blog Enrique Dans .
La que otrora
fuera orgullo finlandés o, si me apuráis, incluso europeo, ahora se ha
convertido en un apéndice de la todopoderosa empresa estadounidense Microsoft.
La compañía fundada por Bill Gates pagará unos 5.540 millones de euros para
hacerse con Nokia ().
Así, tanto la compañía finlandesa como unos 32.000 trabajadores pasan a
depender del gigante. Ya pudimos ver no hace tanto tiempo cómo Google se hizo
con Motorola Mobile, lo que responde a una estrategia fundamentada en un
control cada vez mayor de todos los procesos de la comunicación y la
informática: desde Internet hasta el dispositivo móvil, pasando por el software
y todo tipo de aplicaciones. La concentración de poder de estas compañías es
cada vez mayor, puesto que empiezan a solucionar sus problemas de falta de
innovación con la compra sistemática de otras compañías, ya sean las que están
en crisis o starups recién estrenadas
pero con mucho potencial. La competencia entre las grandes está servida.
Si
Nokia perdió la batalla frente a Samsung y no levantaba cabeza desde entonces,
debe hacernos reflexionar sobre lo complicado que es mantener una posición de
liderazgo en esta economía de la información. Además, cualquier cuestión
patriótica o nacional pierde su sentido ante un capital financiero y de
inversión que se mueve a nivel global a la velocidad de la luz. ¿Acaso no es Nokia
una empresa estratégica para un país desarrollado como Finlandia? ¿Debería el
estado finlandés opinar sobre su compra? ¿Seguiría fabricando Microsoft allí si
pudiera irse a otro país con menores costes de producción? Estaría bien hacer esta
última pregunta a los dirigentes de la empresa, sobre todo cuando a veces prima
más producir barato que la innovación o la formación de los trabajadores.
El caso
de Nokia nos recuerda que todo lo que sube baja, y que las empresas y el dinero
no entienden de países ni de fronteras. Como reflexionaba antes, lo lógico es
considerar que el estado finlandés opinara sobre esta adquisición, pero, por
otro lado, ¿debe un estado salvar una compañía que está a la deriva fruto de su
pérdida de cuota de mercado o competitividad? Pues seguramente no, porque
entonces se estarían manteniendo con fondos públicos dinosaurios empresariales.
Sin embargo, por el contrario, cuando se deslocaliza una empresa y se dejan
miles de personas en la calle, se pregunta a los políticos qué han hecho para
no prever eso. Como digo muchas veces, el mundo es cada vez más complejo.
Fuente de la foto: captura de pantalla del diario "El Pais".
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