En una interesante entrevista realizada por el diario “El
País” a la antropóloga de Intel, Genevieve Bell, se analizan varios aspectos
sobre la relación entre la tecnología y el ser humano. Durante años se creía que
las máquinas debían ser amorfos amasijos metálicos que, a pesar de que nos
hacían la vida más fácil, eran feos, horrendos y muy difíciles de usar. Esta
idea está desapareciendo.
La antropóloga estima que la tecnología debe tender cada vez
más a la sencillez, como en el caso de la televisión, pues, aunque se pierda el
mando a distancia, se sigue sabiendo cómo utilizarla. De igual manera, los
móviles y demás dispositivos deben relacionarse con su usuario de tal forma que
se inserten en su vida cotidiana sin suponer un complicado proceso de
aprendizaje.
Ante esta penetración de la tecnología en la vida social -
aspecto muy desarrollado por el sociólogo Manuel Castells -, la pregunta obligada es qué pasa con nuestra privacidad. Ya os hablé anteriormente de la relación entre
las redes sociales y el cotilleo y de la necesidad de controlar la imagen que
proyectamos al exterior.
. En este sentido, Genevieve Bell afirma que lo más importante no es la
privacidad -que, sin duda, es un tema nada baladí-, sino nuestra capacidad de generar una reputación digital en las
redes. Como si fuera un puzzle o un collage, nuestra información circula por
las redes como piezas sueltas que debemos ir encajando. Interesante metáfora la
utilizada por esta antropóloga.
Ya el hecho de que una persona formada en humanidades se dedique
a cuestionar la labor de los ingenieros debe decirnos mucho sobre el camino que
tiene que seguir la tecnología y, por extensión, todo progreso científico. La idea
que subyace -por lo menos, en mi opinión- en la exposición de Bell, es la
importancia de no subordinar las personas a las máquinas, sino que las máquinas
sean, como decía Marshall McLuhan, extensiones de nuestro propio cuerpo. El
móvil, el reloj, la cámara de fotos, las gafas de Google , etc., ¿no son otra cosa que artefactos
destinados ampliar nuestros sentidos?
Algunas de las cuestiones que la ciencia ficción
tradicionalmente ha expuesto siguen muy vigentes.
No todo es un camino de
rosas; la tecnología siempre tiene su uso perverso: el control por parte de los
poderosos de las telecomunicaciones y otros avances relacionados con el mundo
de la guerra son una realidad que implica un uso nefasto de todo avance tecnológico.
Pero la solución, ¿no pasa por innovar y seguir humanizando la tecnología? ¿No
pasa por cambios políticos más que tecnológicos? O, por el contrario, como si
fuéramos herederos del movimiento ludita ,
¿deberíamos oponernos a todo avance científico-tecnológico con la idea
primitiva de que el progreso siempre viene con malos presagios?
Acabo de descubrir que soy un poco ludita...
ResponderEliminarCuando en el banco me obligan a hacer las operaciones a través del cajero automático, pienso en la cantidad de oficinistas que van a ir a la calle...
Cuando en el Alcampo o en el Carrefour me indican que me cobre yo mismo la compra en los dispensadores automáticos, pienso en el poco tiempo que sequirán trabajando esas chicas allí...
Sí, creo que soy ludita; y que cuando no podamos consumir tecnología, será el momento en el que las máquinas nos habrán dominado.
Un saludo, politólogo, y enhorabuena por el blog. Me encanta!!
Gracias por el comentario, Pepe Partidas. La verdad es que a mí también me pasa muy a menudo, pienso que cada innovación tecnológica conlleva pérdida de empleo, pero también pienso que generan nuevas oportunidades. Pero claro, deberán venir acompañadas de reducción de jornadas de trabajo etc. que permitan repartir el trabajo. Vamos, que lo veo complicado.
ResponderEliminarUn saludo!