A la moda pretérita y presente del “egosurfing”
-basada en escribir en Google nuestro nombre a ver lo que nos responde-, se le
sumó hace tiempo el interés, fundamentado o no, de ver quién visita nuestro
perfil de Facebook. ¿Os acordáis del número de aplicaciones que existían y que
prometían controlar a la gente interesada en conocer lo que hacías o dejabas de
hacer en esta red social? Esta actividad de supervisión se asienta en un
silogismo muy sólido: como nos gusta cotillear el perfil de los demás, todos
somos cotillas, ergo, seguro que gente extraña y cercana quiere ver mi perfil.
A pesar del celo con el que protejamos
nuestra cuenta y por mucho que cerremos nuestros contenidos a toda aquella
persona non grata, siempre creemos que nos vigilan. Recientemente he podido leer que todas aquellas aplicaciones anteriormente citadas son, en la mayoría
de las veces, un fraude que puede provocar la entrada de un virus en nuestro
ordenador o simplemente que veamos perfiles que, en realidad, no se han
interesado lo más mínimo por las cuatro fotos que colgamos o los comentarios
que hacemos.
Linkedin permite conocer -en la versión
gratuita y supongo que en la Premiun estará esta acción más desarrollada- qué
personas han visitado tu perfil. Aunque, a veces, la información es escasa,
porque es común ver que el perfil que ha mirado tu cuenta se presenta como anónimo. En Twitter no puedes ver quién te
observa, pero creo que tampoco interesa mucho. La información que compartimos
en esta red de microblogging no es tan susceptible de levantar los intereses
morbosos del personal como las fotitos del Facebook.
¿Somos más cotillas con las redes sociales?
No lo creo, somos cotillas de por sí y las redes sociales facilitan hablar,
comentar y jugar un poco a eso tan prohibido como es el “voyeurismo”. Pero no
sólo son personas anónimas que quieren pasar el rato las que cotillean, ya hemos
visto en muchas ocasiones cómo se incrementa el número de empresas que espían perfiles en las redes sociales para
saber si los candidatos se comportan bien o no, asaltando la vida privada de
las personas de una forma que, con mucho que se pretenda explicar desde los
recursos humanos, me parece intolerable. ¿Quién juzga el comportamiento de un
joven con 20 años? ¿Acaso el reclutador, con cierta edad, se puede erigir en
defensor de la moralidad sin conocer bien si esa persona es un profesional de
valía o no?
Ante la duda, como bien decía Platón, hay que
ser tan valeroso como prudente. Cuidar la imagen que damos en las redes
sociales es importante, pero, claro, el ojo del Gran Hermano siempre nos estará
acechando. Tened claro que el control de la información sobre nosotros es y será
tan importante como cualquier aspecto de la vida cotidiana. Con anterioridad a
la existencia de las redes sociales e Internet, parecía que lo de la imagen
proyectada al exterior era cosa de famosos. Ahora vemos lo fundamental que es velar por la privacidad. Pero, claro, tampoco se me olvida ese tinte de
exhibicionismo que circula por ahí y que lleva a la gente a no importarle
demasiado lo que comparte en las redes.
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