La idea
de progreso continuo en la que la vida va mejorando sin límite ninguno, a veces,
se choca con la cruda realidad. Un ejemplo es el fin de 1.682 convenios colectivos que, según la nueva normativa laboral, no se verán prorrogados como
hasta ahora. Es más importante de lo que parece, puesto que un convenio
colectivo es un acuerdo entre representantes de la empresa y de los trabajadores en el que se
regulan, mediante una negociación, las condiciones laborales del ámbito del
trabajo. Casi nada.
Los
convenios pueden ser del ámbito de la
empresa o de ámbito superior. Si es superior, por ejemplo, podríamos hablar
del convenio colectivo del sector del metal, de oficinas y despachos, etc. En
el ámbito de la empresa, son el comité de empresa y el empresario los que pactan
las condiciones. Como en España la mayoría de las empresas tienen menos de tres
trabajadores, los convenios a los que se acogerá el trabajador mayoritariamente
serán de ámbito superior; sin embargo,
es posible que, si la empresa es grande, tenga un convenio propio en el que las
condiciones han sido ampliamente mejoradas.
En ausencia
de convenio, las condiciones del trabajador se regulan por el estatuto de los trabajadores.
Aquí la cuestión está clara: los convenios colectivos son una mejora evidente de los derechos laborales en relación a los
mínimos establecidos por el Estatuto.
¿Por
qué, a estas alturas, se dinamita el concepto de negociación colectiva vía
convenios? Pues porque antes de la reforma laboral del gobierno existía la
“ultraactividad”. Esto es que, una vez caducado el convenio, se prorrogaba
automáticamente. Ahora queda en suspenso y están obligados a negociar desde
cero. La excusa es que las empresas tienen que tener flexibilidad para
adaptarse a las circunstancias económicas existentes, pero no hay duda de que
el asalariado pierde fuerza de negociación, viendo como cualquier mejora puede ser historia en pocos años… o meses.
Ya ha
salido en prensa cómo se reduce el número de contratos indefinidos y seguiremos presenciando cómo se van atrofiando más y más las condiciones
laborales. Tal y como expuse en mi último artículo de prensa, estamos ante una
nueva clase social: el precariado. Una cosa es adaptarse a los tiempos y otra es volver al mundo sociolaboral que había antes de la
Segunda Guerra Mundial. Parece que, para unas cosas, avanzamos mucho, pero,
para otras, vamos hacia atrás.
¿Qué
nos espera ahora? No se sabe. La tendencia del gobierno es “liberalizar” un
ámbito que consideraba rígido, pero que, desde mi punto de vista, lo que
intentaba ser es garantista. Garantista porque protegía las conquistas y derechos adquiridos por la
vía de la negociación. Ahora se profundiza más y más en ese concepto
individualista del asalariado que debe mirar egoístamente por lo suyo, que es
una visión que puede servir a algunas personas, pero en temas de empleo no
podemos perder la visión general y social. Ya sabéis mi opinión: cooperando se
consigue más que compitiendo.
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