Nadie, o casi nadie, pudo prever en la época de la gloriosa
burbuja inmobiliaria lo que se venía encima. Cuando digo nadie, me refiero a
los gobiernos de turno, la Unión Europea, el FMI y demás instituciones que se
dedican a hacer predicciones que no se cumplen, para aplicar medidas que no
sirven para nada. Es normal, la Economía es una ciencia social. Es más probable
(existen estudios sobre ello) que un mono acierte en el centro de una diana con
un dardo a que un científico social, incluido un economista, acierte en sus
predicciones. Cuando un economista saca la bola de cristal y empieza a hablar
del futuro es mejor tener cautela.
Ahora la Comisión Europea advierte sobre el peligro que
podría causar la aprobación del decreto de la Junta de Andalucía sobre la
vivienda. Esta normativa puede disminuir el “apetito de los inversores”, pero
no la corrupción o la falta de transparencia que vemos diariamente en la prensa
y que tanto caracteriza a nuestra clase política; tampoco la pobreza o el paro
que se han enquistado en nuestro país. El problema va a ser el intentar que una
familia sin recursos económicos no se quede fuera de su casa. En serio, si le
preguntan a alguien por la calle que qué prefiere, seguir defendiendo a bancos
receptores de miles de millones de las arcas públicas o salvar a familias de un
desahucio, creo que todos nos inclinaremos por lo segundo. A los primeros ya se
los ha rescatado. De nuevo, las instituciones que se ponen a favor de grupos
poderosos dan la espalda a la mayoría ciudadana, sufridora, en primera
instancia, de lo más duro de la crisis. Y esto es tanto así que , al final, el
Tribunal Constitucional ha suspendido temporalmente dicho decreto de la Junta.
Ya vemos quién manda, ¿no?
El pasado 19 de junio saltó a la prensa que el FMI retrasa
el inicio del crecimiento económico para España hasta el 2015. ¿Soluciones?
Pues está claro, no hace falta pensar mucho. Piden seguir abaratando el despido
-en un país con el 30% de paro y la precariedad que tenemos- y seguir con los
ajustes, pero sin pasarse. Los técnicos, supuestamente unos lumbreras, si se
equivocan no es por su culpa, sino porque no se les hace caso del todo. También
pueden producirse situaciones “coyunturales” que impidan implementar
correctamente las medidas.
¿Se dice algo de la economía sumergida? Sí, a veces, pero de
soslayo. Se habla más de lo malo que es regular el mercado de trabajo que de
cerca del 20% de nuestro PIB que está al margen del fisco. Nuestro sistema
fiscal es de los menos eficientes de Europa, a pesar de tener unos impuestos de
los más altos. Nuestro IRPF está en un máximo del 52% y en algunas comunidades
autónomas llega hasta el 56%; en este sentido, estamos a niveles de Suecia, que
incluso nos supera. El impuesto de sociedades es del 25% para PYMES y del 30%
para empresas más grandes, pero es posible que una multinacional, con las
desgravaciones, pague menos que una PYME. El impuesto de sociedades supone en
España el 2% del PIB, muy por debajo de la media europea. Por ejemplo, Chipre,
que es prácticamente un paraíso fiscal, tiene un impuesto de sociedades del
10%, sin embargo, recauda el triple que España.
La presión fiscal de
España es del 36,4% del PIB, diez puntos por debajo de la zona euro. Grecia,
que se supone que está peor que nosotros, recauda más, un 44,7%. En teoría,
tenemos impuestos de país escandinavo; en la práctica, recaudamos como uno del
tercer mundo. ¿Soluciones de la Troika? Subir el IVA. No me dirán ustedes que
no son avispados.
Imagínense que a una
calle en la que hay centenares de accidentes de tráfico viniera un miembro
gubernamental y a éste, en vez de poner un semáforo y arreglar el asfalto, se
le ocurre poner una palmera. Eso es lo que pienso de las previsiones de la
Troika y de sus medidas: no nos están sirviendo (Grecia está cada vez peor y
nosotros no despegamos) y cada vez que se intenta articular una medida social-
sea o no acertada- que pretende proteger a un ciudadano que nadie quiere
rescatar -como, de hecho, sí se hace con entidades financieras-, ya vienen
volando los mensajes de nuestros tecnócratas: no coman, no duerman, no gasten,
es posible que a los mercados no les guste y se depriman. @Hecjer
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