Está claro que, en este siglo XXI, la tecnología juega un
papel fundamental en el desarrollo humano y social. No podía ser menos en la
esfera del poder y la política. Pero, además, las redes sociales e Internet se
han convertido en un espacio en el que la ira, la indignación y la esperanza
viajan a la velocidad de la luz, facilitando que la gente conecte con personas
que viven su misma situación. Esta empatía ha desembocado, como se está viendo,
en movilizaciones sociales en la calle.
También, en el lado oscuro de la
moneda, el espionaje por parte del poder político y económico cuenta con la
herramienta de vigilancia más sofisticada y más perfecta que se ha inventado
nunca. Pero vayamos por partes.
El 15M en España, la primavera árabe, Islandia,
Occupy Wall Street, las movilizaciones en Turquía o las recientes
manifestaciones en Brasil, tienen varias cosas en común: la indignación ante la
situación social y política existente y la tecnología. En Turquía, el primer
ministro Erdogan culpa a Twitter de la locura de los jóvenes que han salido a
la calle a protestar; en Brasil, los servicios secretos ya están investigando
las redes sociales. Pero, ¿son las redes las culpables? Yo diría que no. Lo que
subyace de toda esta situación es que una gran mayoría de la ciudadanía está
siendo excluida del progreso económico, tecnológico y social. Ante esta rabia,
las redes sociales e Internet se han convertido en un canal de comunicación al
margen del poder establecido. ¿Seguirán así mucho tiempo?
Edward Snowden,
exanalista de la CIA, se ha hecho famoso al desvelar no hace mucho la
existencia de una trama de espionaje electrónico masivo por parte de Estados
Unidos y Reino Unido. Todos sospechábamos que estábamos siendo vigilados, pero
cuando uno lee una noticia así, se le ponen los pelos de punta. Cualquier
dispositivo electrónico que se conecta a Internet se ha convertido en un
pequeño espía en potencia. Como en las redes sociales la gente vuelca toda su
privacidad, este moderno ojo de Gran Hermano puede saber nuestra ideología,
nuestros gustos culturales o en qué gastamos el dinero.
Julian Assange,
fundador de Wikileaks y, en la actualidad, recluido en la embajada de Ecuador
en Londres, ha escrito un libro -más bien es una obra que recoge las
conversaciones entre él y otros activistas de la red- llamado Cypherpunks. Éste
describe un clima escalofriante, no sólo por la persecución que sus autores
están sufriendo y que se explica con pelos y señales en el texto -que va desde
interrogatorios aleatorios hasta el bloqueo económico de esta organización-,
sino porque hablan de un Internet que se aleja mucho de ese lugar idílico que
muchos creíamos.
Cypherpunks significa criptopunks, que es un movimiento
surgido en los 90 y que aboga por la criptografía como forma de protegernos de
la invasión del poder en nuestros datos y que, en última instancia, provocaría
un cambio político y social. Lo que ocurre es que cada vez que se plantea este
fenómeno surgen los llamados cuatro jinetes del infoapocalipsis: el terrorismo,
la pornografía infantil, el tráfico de drogas y el blanqueo de dinero. Citando
estos problemas se están justificando casos como el que denuncia Edwward
Snowden, convirtiéndonos así todos en sospechosos de algo. ¿Grabar todas
nuestras conversaciones, sin control, es legal? ¿No viola los derechos
fundamentales que todos nos convirtamos en presuntos delincuentes? Y si hay
alguien que nos vigila, me vuelvo a preguntar: ¿quién vigila a los vigilantes?
Manuel Castells, en su libro Redes de indignación y esperanza, hablaba de los
nuevos movimientos sociales en la era de Internet como algo que surge en la red
y que busca su sitio en la calle. Pero esta tecnología puede servir para
liberarnos o para esclavizarnos. El posible antídoto contra esto, además de la
criptografía de la que habla Assange en su libro, no es otro que la formación:
formación en software y en hardware libre. Conocer la tecnología cada vez más
es lo mejor que podemos plantear para hacer un buen uso de ella. Lo que está
claro es que cualquier movimiento social debe contar con la tecnología para
fortalecer sus vínculos. Debemos ser dueños del progreso tecnológico para que
éste sirva a la sociedad en su conjunto, no a intereses cuestionables de una
élite poderosa.
@Hecjer
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