¿Cómo será la ciudad del futuro? Difícil pregunta. Hace unos días leí un interesante artículo que reflexionaba sobre la vinculación del ciudadano a los datos que residen en la red, todo envuelto en un contexto urbano distinto al actual. Un ciudadano conectado y proactivo puede aportar mucho a todo este ámbito basado en el progreso de la información y el conocimiento y, por extensión, modificar ciertas pautas de vida y costumbres. Pero, habría que preguntarse también cómo serán los nuevos transportes urbanos, cómo construiremos las nuevas casas y cómo nos moveremos por ciudades, teniendo en cuenta cuestiones ecológicas, de masificación y de ámbito laboral, por citar tres grandes áreas.
El encarecimiento de la vivienda en las
ciudades gestó la creación de ciudades dormitorio; el nuevo ámbito laboral y el
desarrollo del teletrabajo pueden reducir, aunque sea levemente, la
masificación de coches a la entrada de muchas capitales, a la vez que podrían
mejorar la conciliación de vida laboral y
personal. Pero también parece que se transforma la manera en la que se puede
mover un ciudadano hiperconectado por las calles. A la hora de comprar, la
geolicalización está creando furor, no sólo para encontrar una calle, sino para
acceder a innumerables ofertas. Si a la hora de consumir está clara la utilidad
de la hiperconexión, ¿podemos
transformar otras variables?
Un elemento que me interesa bastante, además
de la cuestión ecológica que nos debe preocupar (desde el alumbramiento
público, el transporte, la existencia de zonas verdes, el reciclaje, la limitación
del tráfico de coches privados, etc.), es cómo
podemos conectar la administración pública, en particular, y todo ese
universo de datos, en general, con el
ciudadano internauta.
Conceptos como Big Data nos demuestran que no sólo es cuestión de que circulen
datos de un lado a otro sin ningún tipo de orden, también nos plantea el reto
de saber almacenarlos, diversificarlos y ordenarlos para un mejor uso. Mucha
información es de dominio público, pero es casi imposible consultarla sin
volverse loco. Por lo tanto, la filosofía del Open Data va ligada a la codificación y la organización.
En esa ciudad digital del futuro, el
ciudadano estará conectado, más que ahora.
Y es de lógica que la administración pública sea consciente de la
potencialidad que tiene Internet. Ya hablé hace tiempo del gobierno abierto
y pudimos comprobar que son experiencias nuevas que se están abriendo paso. En
Estonia, por ejemplo, es común que sus habitantes utilicen Internet para realizar innumerables
gestiones. Como consecuencia de este uso masivo, se ha decidido asegurar lainformación utilizando una tecnología llamada Keyless Signature Infrastructure (KSI). Esta tecnología sirve para garantizar la autenticidad de la información que
tiene que ver con las administraciones públicas, las instituciones financieras
y médicas. Como decíamos, lo importante no es acceder a millones de bytes de información
anárquica, sino que ésta esté bien ordenada y sepamos que es veraz.
El panorama oscuro es que, quizás, si nos
sentamos en una cafetería y podemos
hacer cualquier trámite, comprar, acceder a fuentes de información infinitas con un simple teléfono móvil, ya no nos
interese tanto pasear por nuestras ciudades. También es posible que la falta de
empleo obligue a la gente a emigrar, creando un panorama desolador como el que
describe el siguiente reportaje sobre eldrama que vive Detroit, otrora ejemplo del poderío económico e industrial de
los EEUU, ahora convertida en un escenario
apocalíptico en vías de desaparición. ()¿Viviremos
algo parecido en otras ciudades?
O,
viendo el reverso de la moneda, es posible que se abran nuevas posibilidades
que nos animen a salir más y relacionarnos con otras personas, que dinamicen
las ciudades y que puedan ayudar a crear riqueza. Todo se verá.
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